Covadonga

Algo que escribí el 17 de abril de 2017:

Covadonga:
Sabía tu nombre desde hace tiempo pero a ti, no había tenido el gusto. Quizás nadie me dijo lo que sentiría al conocerte y perderme en tus curvas.
Al principio, en la parte más baja de la falda, no llamas la atención. A medida que uno se acerca a tu santuario piensa que es uno más, pero no. Tu jardín sorprende. Y lo que escondes en la cueva también.
Tu templo con unas vistas maravillosas hacia arriba y hacia abajo encandila, pero todavía guardas dos secretos y yo en este punto no tenía ni idea.
Tras un rato por el santuario y dejando las ganas de descansar en tus jardines, decidido seguir subiendo.
¡primera sorpresa!
Las curvas de tu falda no eran más que un aperitivo, algo para hacer boca mientras sigues subiendo. Me permito recrearme en los pequeños altos del camino, admirando el camino recorrido y pensando en lo que queda por recorrer.
Ya casi arriba del todo me percato del primer reflejo azul. Oh, que preciosidad. El camino mereció la pena solo por haber llegado hasta aquí. Pero hay otro. Y sigo mi camino hasta el otro azul.
Aquí, me quedo sin palabras y decido quedarme más tiempo del previsto, simplemente contemplando esas dos maravillas azules y todo su entorno.
Sin duda alguna volveré para perderme una vez más entre los dos azules.
Me queda el pensar que todavía queda la bajada y que puedo parar en su santuario otra vez. Eso haré.
Y algún día, repetiré.